lunes, 3 de junio de 2013

Chernobyl, Hiroshima, Nagasaki

Hace tiempo no lo veía a Pablo. Las decisiones que fuimos tomando en el transcurso de los años, nos condujeron a caminos bastantes separados. Sin embargo, conservamos, a lo largo del tiempo, una fraternidad que nos impedía dejarnos de lado. Por ello, cada tanto compartíamos un llamado, algún mensaje de texto y promesas varias para poner un punto de encuentro y, así, darnos ese abrazo que acorte distancias.
Recuerdo haberlo conocido por un amigo en común, en un cumpleaños, creo, y nos llevamos bien. Esa noche nos contamos secretos que sólo pocas personas en la vida saben. La comodidad era recíproca. Y, aún más, el asombro al notarnos tan en confianza el uno con el otro. Luego, sí, convergimos en otras reuniones, salidas, etcétera.
Nos encontramos en un bar, en avenida Beiró y avenida San Martín, epicentro de Devoto. La madera barnizada, las luces calmas del lugar, daban la sensación de que el mundo podría bien desgarrarse afuera pero, mientras que allí resonara lentamente la música, se lograría vivir bien.
Elegimos, sin muchos trámites, un lugar.
La metodología del lugar era “sírvase y pague”. Sin dilapidar tiempo, optamos por una cerveza y una bolsa de maní con cáscaras. Por otro lado, también había dos mozas que se ocupaban de atender pedidos de comida elaborada, limpiar mesas, abrir la puerta y, más que nada, sonreír, con delicadeza, mostrando los dientes y arrugando la mirada. Daban ganas de decirle que sí a todo ante tamañas expresiones. Claro, también portaban un par de glúteos cada una que era pecado dejar de mirarlos, como si dios creó particularmente cada culo, dedicándoles un día entero, y dejando a todo lo demás, oh humanidad, al destierro de las pinceladas de un viejo insolente.
Hablamos. Conversamos de todo. Del pasado, del presente y los tanteos del futuro. Él estaba saliendo de una relación y esto implica que cada circunstancia despierte el recuerdo latente de la persona ausente. Con el bagaje acotado de saberme transitado por las mismas praderas de la desesperación, intenté marcar mi punto de vista.
-Pablo, mira, seguramente lo sabrás pero permitime resumir esto en palabras. Uno si bien sufre por amor, sufre más por otra cuestión. El detonante, sí, te acepto, es la ruptura, el quedarse solo. Pero quien profundiza todo esto es la incertidumbre. ¿Por qué la incertidumbre? Porque vos bien sabes que te vas a recuperar. Vos vas a sobrepasar este momento y te vas a reír de la escena que, bueno, ahora, no te causa gracia. La cagada, la gran mancha negra del cuadro, es no saber cuándo. Dos días, dos semanas, dos meses, dos años, dos vidas. Todo ese tiempo puede durar el estar recordando hasta que un día, de un instante a otro, todo pasa. Y ahí reside, se alimenta y crece la angustia, en no saber cuándo pasará, cuándo será ese momento. Pero disfruta, chapotea en los charcos de la tristeza para salir nuevamente, sabiendo que resurgirás y, con atino, estarás viendo rebotar las tetas de la moza aquella, la rubia, en tu frente.
Reímos.
Él, Pablo, también me había brindado algunas verdades que, bueno, no está bien develar. El camino al conocimiento sólo es válido en la medida de que la persona que detente la sabiduría, esporádica, refutable y cambiante, pueda haber comprendido mediante la empiria lo sucedido. Y Pablo bien sabía de lo que hablaba.
Luego de unas cervezas más y de unas bolsas de maní más, pensamos que era mejor irnos a dar una vuelta. Las ganas de fumar me llamaban a adentrarme en la noche. No tenía cigarrillos y afuera, como siempre, hacía frío. Nos levantamos y entre sonrisas con la moza que estaba parada en la puerta, pusimos los primeros pasos en la vereda.
Y vos no me vas a creer.
El mundo, la vida afuera, se derrumbó. Todos nos pareció lúgubre, como los instantes posteriores a Chernobyl, a Hiroshima o Nagasaki. Estamos averiguando todavía qué pasó. No, ninguna catástrofe, ninguna ausencia trascendental. Sin embargo, los rostros de las personas que caminaban, las parejas con besos de burocracia, los autos haciéndose estelas en el aire, sin rumbo, sin destino, todo se había convertido en melancolía. Todos se había corrompido, en mayor o en menor medida. Todos esperando una muerte redentora para siquiera jactarse de unas últimas palabras. Entonces, no salimos totalmente. Deshicimos esos pequeños pasos y buscamos una cerveza más, riendo, mirando el culo de las mozas nuevamente. Porque si estamos condenados, y si lo estamos, que siquiera haya un instante, un suspiro, que se mofe de todo lo demás, algún bar que nos permita sonreírle a las mozas, pensar que podrían darnos bola.

9 comentarios:

  1. Este me gustó, es apocalíptico, marca el momento en donde nos damos cuenta de que es mejor estar bajo la frazada de un bar que sacar la cabeza a un mundo que (parece no haber dudas) estalla en cada esquina.
    Un abrazo.
    HD

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    1. Gracias, Humberto. Y es me pareció resaltable del "Este me gustó". Tengo cierta nostalgia con respecto a los bares. Existe una canción de una banda punk (2 minutos) llamada Mosca de bar. Empieza con una pregunta a un viejo, un borracho de, justamente, bar, donde le manifiestan el interrogante de ¿qué es el bar?. El tipo, entre otras cosas, dice que el bar son los últimos pantanos de la jungla de las ciudades, la última oferta de la eternidad.
      También decía que las ciudades están construidas para que un burro ciego camine por ellas. Y es verdad.
      Que el mundo estalle, no es cosa nuestra.
      ¡Fuerte abrazo!

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  2. La verdad una joyita, porque entre otras cosas toca lo mundano, lo real, no es tan fantasioso. Todos hemos pasado por el post-amor, todos lo hemos sufrido en mayor o menor medida, y por eso las palabras de Pablo se nos hacen tan propias. Y coincido, en parte, porque la incertidumbre es un factor que hoy día me produce cada vez menos pavura, dolor. Se que habrá mejores y peores relaciones, todas distintas, con sus pro y sus contras. Pero ya no encaro la relación con tanto ahinco, tanta desesperación por lo sublime. Un buen plato de ravioles caseros con una salsa casera y un totín moderado me bastan.Y aún así, afortunamente, cada tanto la vida me ha sorprendido con caviar y champán y bienvenidos sean! Y sí, algunas veces el karma es más que bueno. Lo que si no hago más es "pancho y una coca". El estándar ya no está al ras del piso. Un consejo final, por más bares, amigos e intervalos que uno tenga, al final hay que ponerse el traje hazmat y encender el contador Geiger y salir a bancarse el mundo, porque ahí estamos el 70% de nuestro tiempo. Abrazo!!

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    1. Me olvidaba: ya me choreé el link. Abrazo!

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    2. En un punto, el final iba a ser fantasioso, del tipo fatalista: explosiones, terremoto, pánico. Pero, más fatalista me resulto esta forma. Suena medio pesimista pero en la medida que suceda la catástrofe, anhelo que el bar, la esperanza, la vida siga en pie. Y es cierto, calzarse los cortos y salir a la cancha a pisar cabezas. Es como algo que estoy escribiendo y te contaré el sábado: para que una cosa exista, necesita de su némesis, de la contradicción.
      Por otro lado, el tema de la incertidumbre es cosa de haber pateado la calle, de haberse embarrado. Espero algún día manejarla un tanto más. Siquiera sé que está presente, de a poco vamos chapoteando. Y también está eso, no esperar tanto no para no decepcionarse o bajar los estándares sino para dejarse sorprender.
      Lleve nomás. Gracias por pasarse por la casa.
      ¡Fuerte abrazo!
      Imagino que el sábado ahí estaremos, ¿cierto?

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    3. Es cierto, el bar adquiere su gracia en comparación con el afuera. Se convierte en un santuario, al igual que esa amistad. Pero suelen haber pocos bares y amigos así, así que hay que lograr que la cancha sea lo menos agresiva posible, sino la vida se convierte en un caminar a lo Jack Nicholson en Mejor Imposible. Casi con certeza ahí estaré. Ganas no me faltan. Abrazo!

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    4. Debo admitir que no vi Mejor Imposible. Pero coincido con los demás. Sin embargo, hay que tener buen ojo y buena cintura para discernir sí el bar es bueno y, aún más, sí lo es el amigo en si. Muchas veces, el entorno tranquilo y apacible esconde la furia que los sostiene. ¿Cómo casi con certeza? Vamos que copamos CABA.
      ¡Gran abrazo!

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  3. Me dieron muchas ganas de compartir una charla intensa con una birra fria y una gran amiga...

    Me encantó.

    (M)

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    1. Me llama poderosamente la atención el orden de los elementos.
      Alegra saber que gustó más allá de los pareceres propios.
      Gracias por pasar, por el tiempo en quedarse, leer y comentar.
      Espero que siga encantando sino no sabré qué hacer conmigo.
      Le dejo un abrazo.

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